
Concretamente, el cráneo del especimen conocido como BAR 3877-11 ha sido hallado
en la Patagonia (Comallo, Argentina) y ha supuesto una evidencia importante a la hora de estudiar la evolución de estas aves no voladoras. Por un lado, hasta ahora se habían realizado reconstrucciones de las cabezas de estos grandes animales a partir de los fósiles encontrados de sus familiares más pequeños, por lo que se le asignaban grandes ojos redondos, picos más pequeños y menor fuerza.

Sin embargo, el enorme cráneo recién hallado, de unos 71 centímetros desde el pico hasta la cresta occipital nos muestra una cabeza triangular, con un pico que ocupaba más de la mitad de su longitud, la bóveda craneal plana, órbitas pequeñas y subcuadrangulares, y con marcas de una importante musculatura temporal.

Según Ernesto Blanco, de la Universidad de la República, en Montevideo, el animal podría haber alcanzado velocidades similares a la de los modernos avestruces de 50 km/h, frente a sus “primos menores” como el Mesenbriornis, que alcanzaba los 100 km/h del guepardo. Se alimentaría de mamíferos de mediano tamaño como armadillos o miembros de la familia de los Notoungulata, muy abundantes en Sudamérica y que han sido hallados frecuentemente asociados a fósiles de Phorusrhacidae.
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